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Se ha hecho caso omiso a nuestros reclamos: un universitario el 11 de julio

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Al cumplirse un mes de las manifestaciones del 11 de julio, les ofrecemos a nuestros lectores esta entrevista a Alexander Hall Lujardo, estudiante de Historia y activista afrodescendiente de ideas socialistas, que participó en aquellos sucesos.

¿Alexander, por qué decidiste conceder esta entrevista a La Joven Cuba?

Desde que salí de prisión, había recibido solicitudes de varios medios para que brindara mi testimonio; sin embargo, entendí que debía hacerlo a la revista Alma Mater, pues su versión digital se ha caracterizado por la crítica objetiva de determinadas problemáticas de nuestra realidad que no se abordan en otros espacios oficiales, además de ser el órgano del estudiantado cubano.

Luego de varias semanas de concedida la entrevista, y no obstante prometer su publicación, el silencio de ese medio se torna preocupante. En el intervalo, numerosas personas, incluyendo líderes de la FEU y la UJC de distintas facultades, han cuestionado la veracidad de los testimonios de varios jóvenes que estuvieron en prisión. Esto incluye a estudiantes universitarios que padecieron los rigores de la represión policial y han concedido declaraciones a medios independientes en las cuáles se distancian obviamente de la visión que ha tratado de imponer la prensa oficial.

Pensé que Alma Mater se sensibilizaría y daría a conocer los testimonios de varios de los universitarios detenidos, cuya análoga condición y coincidencia espacial, nos hizo establecer cercanas relaciones de amistad, como las que sostuve con Leonardo Romero Negrín, Carlos Vilá, Marcos Antonio Pérez Fernández y Jorge Alfonso Pita, entre otros.

Este último, al momento de su arresto, era miembro del equipo de Alma Mater. Su nombre había sido abordado con discreción para evitar represalias en su centro; sin embargo, por motivos personales que probablemente esclarecerá en su momento, Pita decidió renunciar a su desempeño en la revista.

En resumen, el silencio del órgano en el que inicialmente confiamos (Leonardo, Pita, Hall), sumado a la campaña de descrédito hacia los que padecimos excesos por parte de las autoridades, y la falta de solidaridad de varios líderes de organizaciones que nos dicen representar; han sido las razones fundamentales que decidieron esta entrevista a La Joven Cuba, que es además un sitio que analiza con rigurosidad, desde posicionamientos de izquierda, las problemáticas que padece la nación, y promueven así la pluralidad de voces que conforman el tejido social cubano.

¿Qué hacías el 11 de julio antes de llegar al lugar de los hechos?

Me encontraba en mi casa de Buenavista, municipio Playa, viendo el partido de la final de la Eurocopa entre los equipos de Italia e Inglaterra. En el medio tiempo del juego se produce la alocución en cadena televisiva del presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en la que explicaba la ocurrencia de protestas contra el gobierno en San Antonio de los Baños.

En ese momento recibí la llamada de un colega de la Facultad, que me informó de manifestaciones en Malecón y otros lugares de la capital. Decidí trasladarme entonces hacia mi otra residencia en Centro Habana, sita en calle Jovellar y Hospital, para velar por su seguridad. Al llegar a esa zona me percaté de que los alrededores se encontraban en calma, por lo que me dirigí hacia el lugar de las protestas, específicamente en calle Galiano, donde se encontraba un grupo relativamente pequeño que manifestaba su apoyo al gobierno.

Pocos minutos después, ese grupo se trasladó por una de las calles perpendiculares a Galiano (Neptuno) y se dirigió hacia el Capitolio, donde había una mayor cantidad de personas. En ese lugar se estaban produciendo enfrentamientos, gritos e improperios por defensores y detractores del sistema político; sin embargo, no vi ningún tipo de violencia física entre los representantes de ambos bandos.

¿En qué momento tuviste algún tipo de enfrentamiento con la policía?

Aclaro que durante mi estancia en el lugar de las protestas, no tuve enfrentamiento personal alguno con la policía. Siguiendo la narrativa de los hechos, me desplazo hacia Malecón, luego de que se dispersaran los distintos grupos por motivo de la intervención de las autoridades. El grueso de los protestantes se desplazaba en dirección norte, atravesando Prado, y me dirigí en esa trayectoria.

Por momentos, la policía establecía cordones para impedir el paso de los manifestantes, pero la gente recorrió y sobrepasó los límites establecidos, atajando por calles transversales, hasta que finalmente lograron llegar a Malecón, específicamente hasta el monumento a Máximo Gómez.

Una vez ahí, comenzaron a llegar en camiones las «brigadas de respuesta rápida», vestidos de civil, armados con palos y otros objetos contundentes; además de jóvenes soldados de las FAR, los que evidentemente se encontraban en edad de servicio militar. Estas fuerzas comienzan a replegar a los presentes con el objetivo de evitar cualquier tipo de manifestación en contra del gobierno.

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Alexander Hall es estudiante de Historia de la Universidad de La Habana (Foto: Cortesía del entrevistado)

A mí me detienen exactamente en el Parque 13 de marzo, a pocos pasos del monumento a Martí, cuando la mayoría de las personas se encontraba en retirada. El motivo de la detención se debió a un altercado entre las autoridades y un grupo de manifestantes cercanos a mí, lo que provocó empujones por ambas partes como resultado de los cuales caí próximo a uno de los cordones establecidos por la policía, de modo que procedieron a mi arresto, me llevaron a una patrulla y me condujeron esposado hasta la estación de Zanja.

A mi lado se encontraba, en idéntica condición, una persona que se identificó como Isidro Méndez, que aseguraba ser un agente de protección contratado en la Oficina del Historiador.

¿En la estación de Zanja te encontraste con Marcos Antonio Pérez Fernández o Leonardo Romero Negrín? ¿En qué condiciones físicas se hallaba Leonardo?

Exacto, en Zanja identifiqué rápidamente a Leonardo, pues tenía conocimiento de lo ocurrido a raíz de los hechos de Obispo que lo habían convertido en una figura mediática. Su situación la conocía bien porque firmé un documento público reclamando su liberación y me entrevisté con el presidente de la FEU de mi facultad para aclarar su situación, así como explicar las razones que habían motivado mi firma.

Al llegar a la celda me presenté ante Leonardo, intercambiamos saludos y sostuvimos una cálida conversación. Él me explicó las razones de su detención, al tratar de interceder por la integridad física de su alumno Marcos Antonio (Marquitos), que también se encontraba allí y a quien tuve la oportunidad de conocer.

Leonardo estaba muy golpeado, tenía heridas en la nariz y moretones en las costillas de las cuales se quejaba mucho, pues afirmaba que le ocasionaban dificultades para respirar y le dolía cuando realizaba algún tipo de movimiento brusco; tenía también una herida en la pierna, la cual contaba fue resultado de un tablazo que le propinaron, además de tener el antebrazo visiblemente hinchado. Me explicó que esas lesiones las sufrió en el intento de defender a su alumno, al que las autoridades le descargaban una andanada de golpes.

¿Cómo fue el traslado hacia «Jóvenes del Cotorro»?

El traslado fue extremadamente violento, nos trataron como a terroristas, pues nos dirigieron a un camión con la cabeza inclinada a pocos centímetros del suelo, impidiéndonos la visibilidad hacia los lados y al frente. Estuvimos en ese espacio herméticamente cerrado durante alrededor de una hora. El calor era tan intenso que las paredes del vehículo sudaban, hecho que provocó el desmayo de varios compañeros.

Éramos cuarenta personas en un área que carecía de ventilación, algunos incluso se encontraban esposados, lo que restringía doblemente su movilidad. Ante esa situación, golpeamos con fuerza el techo y los laterales para pedir asistencia médica, pero se hizo caso omiso a nuestros reclamos.

Al llegar a la unidad del Cotorro, nos trasladaron violentamente del camión hacia el interior del centro penitenciario. Al bajar del vehículo, pude ver como previamente se establecieron filas de oficiales a la derecha y a la izquierda, indicándonos el camino por el que debíamos transitar. Dichos guardias estaban vestidos con ropa del Ministerio del Interior y usaban bastones de goma, con los que indistintamente golpeaban a los que recorríamos el trayecto. Este procedimiento, después supe por comentarios de otros reclusos, es conocido como «somatón», lo que indica el ejercicio de una práctica habitual por parte de las autoridades.

Al llegar al penal usaba una camisa azul con el dorsal número 10 del equipo Cuba de béisbol, y un capitán —que después se identificó como político de la unidad—, me ordenó que me la quitara, pues a su entender yo hacía un uso «no patriótico» de la vestimenta. Casi a continuación, me quitó de la mochila una bandera cubana, y advirtió que no me sería devuelta, ya que como resultado de mi arresto mancillaba el honor del atributo.

Sin embargo, al momento de mi liberación exigí el retorno de estas pertenencias, que no fueron señaladas en el libro de registros, de modo que procedieron a su devolución.

¿Cómo describirías la situación sanitaria y los cuidados ante la Covid-19 en los dos lugares donde estuviste detenido?

En el caso de Zanja existía una excesiva aglomeración. Me encontraba recluido con alrededor de treinta personas en un calabozo que no superaba los cinco metros de largo por ancho; es decir, se trataba de un lugar extremadamente pequeño para la gran cantidad de detenidos.

En el Cotorro las condiciones higiénico-sanitarias eran pésimas, pues al tratarse de un centro penitenciario que se encontraba desactivado, no cumplía los requisitos para albergar al gran número de personas que fueron enviadas. En el colectivo 6, que era la galera donde me ubicaron, varias tazas estaban tupidas, al igual que la totalidad de las duchas. Teníamos acceso al agua pocas veces al día, y por tiempo estrictamente limitado, que por lo general nunca superaba los treinta minutos.

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(…) me dirigí hacia el lugar de las protestas, específicamente en calle Galiano, donde se encontraba un grupo relativamente pequeño que manifestaba su apoyo al gobierno. (Foto: EFE)

No fue hasta el cuarto día de nuestra estancia que se nos permitió el acceso al patio para bañarnos, con el agua restringida por las razones que ya mencioné. Carecíamos de todo tipo de insumos para la higiene, como jabón, papel sanitario, pasta dental, cepillo de dientes, desodorantes, etc., por lo que permanecimos durante días en precarias condiciones higiénicas hasta que se repartieron algunos de estos materiales.

En el caso de los nasobucos, varios de los detenidos los perdieron durante la protesta como efecto de la represión, de modo que se entregó un nasobuco a cada uno de los presentes. Con respecto a la prevención de la Covid-19, se nos hizo una prueba de PCR al segundo día de nuestra estancia, y varios reclusos del colectivo resultaron evidentemente positivos por lo que fueron aislados del resto.

¿Presenciaste algún tipo de violencia, física o psicológica, al interior de la unidad «Jóvenes del Cotorro»?

Debo decir que nadie, absolutamente nadie, estuvo exento de la violencia que ejercían las fuerzas del orden contra los reclusos, en sus diversas expresiones. Muestra de ello eran las constantes ofensas sexuadas, las amenazas mediante el empleo de adjetivos denigrantes —se le dice de modo recurrente a los detenidos que son unos «maricones», «hijos de puta», entre otros calificativos cuya intención es humillar su integridad—.

También el uso del bastón como elemento intimidatorio, el acto de desnudarnos durante un tiempo relativamente prolongado, las agresiones esporádicas a los detenidos, la violación de la privacidad individual al ocuparse los teléfonos celulares y exigir bajo amenazas las claves secretas, entre otras prácticas que denotan el uso constante de la violencia como elemento naturalizado en ese tipo de espacios.

Entre las más vulneradas se encontraban aquellas personas visiblemente golpeadas, que tenían heridas en su cuerpo; sin embargo, especial ensañamiento sufrió un vendedor ambulante de Centro Habana conocido como Jose el panadero, a quien anteriormente había visto en reiteradas ocasiones en sus ventas en el barrio de Cayo Hueso. Aunque en realidad no lo conocía personalmente, intercambiamos saludos a mi llegada a Zanja.

En el traslado, Jose se encontraba doblemente esposado —con acero y plástico—, por lo que las autoridades supusieron que se trataba de una persona que había tenido algún altercado con las fuerzas del orden; además, llevaba como vestimenta una camiseta con la bandera cubana que intentaron quitarle de manera infructuosa. Pude ver como lo golpeaban repetidamente, pues se estaba delante de mí en la fila cuando nos dirigíamos al comedor, en el que se nos hizo la inspección y donde estuvimos parados de frente a una pared por alrededor de dos horas.

Su actitud, que desafiaba con la mirada la agresividad de los oficiales, hizo aumentar el odio y ensañamiento contra él, por lo que los golpes, bastonazos y piñazos, propinados por todas partes, arreciaron. Era posible percibir en su mirada el asombro ante tanta violencia, acompañado de una impotencia absoluta al verse incapacitado para efectuar cualquier tipo de movimiento defensivo. No supimos más de él, a pesar de preguntarles a detenidos de otros colectivos, por lo que supusimos que fue enviado a una celda de castigo.

Volvamos a tu relación con Leonardo Romero Negrín al interior del penal ¿Los identificaba algún tipo de concepciones políticas?

Con Leonardo hablé muchísimo, no solamente en Zanja, sino la mayor parte del tiempo de reclusión en el Cotorro. Conversamos ampliamente sobre ideas políticas, ideales socialistas, literatura, historia, entre otros temas. Su figura sobresalía por encima del resto. Recuerdo que improvisó una tribuna para recitar a viva voz poemas de José Martí, seguido de canciones de reconocidos trovadores como Santiago Feliú, Frank Delgado y Silvio Rodríguez.

Intercambiamos sobre problemáticas de nuestra realidad y debatimos con personas de otras tendencias que se manifestaban favorables a la intervención norteamericana como vía de solución a la crisis que había motivado las protestas. Es importante aclarar que otros estudiantes también formaron parte del debate y sostenían posturas similares a las nuestras.

Leonardo es una persona que gusta del debate y la polémica sobre temas políticos; a mí también, de modo que esto nos hizo establecer una fuerte empatía. Además, existía una enorme coincidencia de ideas entre nosotros, debido al carácter antimperialista de nuestra condición política, de nuestro pensamiento socialista como concepción filosófica.

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(…) identifiqué rápidamente a Leonardo, pues tenía conocimiento de lo ocurrido a raíz de los hechos de Obispo que lo habían convertido en una figura mediática.

Ambos consideramos la pertinencia de esa concepción para la resolución de los problemas socioeconómicos que afronta la humanidad en el presente, teniendo en cuenta el carácter imperial del capitalismo salvaje, que oprime e invade a otros pueblos considerados inferiores como justificación ideológica, para saquear sus recursos naturales impulsado por la lógica del capital; al tiempo que su funcionamiento sistémico deshumaniza la existencia del hombre, al tratar de naturalizar actitudes egoístas, individualistas, consumistas, desiguales e irracionales como vía para su sostenimiento.

Sobre esa realidad, entendemos la necesidad de fundar nuevas concepciones epistémicas, democráticas, filosóficas, políticas y socioeconómicas que permitan la conformación de un sistema social más adecuado para el desarrollo armónico de la vida en el planeta, y sostenemos que la tradición científica del pensamiento marxista se adecua perfectamente a esas necesidades del ser humano.

Eso nos convierte en simpatizantes de la izquierda socialista, así como de las distintas alternativas del pensamiento y la praxis política que en el presente se están produciendo en el mundo, como son las disidencias sexuales, las alternativas ecosocialistas, el freudomarxismo, el antirracismo, el feminismo progresista, las corrientes neo y posmarxistas, entre otras formas de producción intelectual que incorporan la tradición del pensamiento revolucionario en la contemporaneidad y que es necesario introducir en nuestro país de forma crítica y renovada.

A lo anterior se añade el carácter martiano y patriótico de nuestras ideas para el establecimiento de una sociedad basada en la justicia social.

Además, entendemos que la solución de los problemas en Cuba requiere del fortalecimiento de la democracia, la participación ciudadana, así como en la capacidad de decisión de la ciudadanía, por ende, nos oponemos a la intervención de un gobierno extranjero, así como a la injerencia de cualquier otra nación en los asuntos internos del país. Estos temas se convirtieron en materia recurrente de las conversaciones diarias, así como de numerosas pláticas, debates y discusiones entre nosotros.

¿Tuviste conocimiento de la historia que Leonardo Romero Negrín publicó en LJC respecto a todo lo que sufrió desde su arresto hasta su estancia en la prisión?

Así es, tuve no solamente la oportunidad de leer su historia, sino también de escuchar el podcast que la acompañaba. Reafirmo en esta entrevista, y asumo las consecuencias de mis palabras, que no hay una sola mentira contenida en ese relato, en lo que concierne a los hechos narrados por Leonardo sobre su estancia en la unidad de Zanja y posterior traslado hacia la prisión «Jóvenes del Cotorro», teniendo en cuenta que son escenas que pude constatar a partir de mi propia experiencia.

Resalto este punto debido al intento de desacreditar esa declaración por parte de los medios oficiales, así como de sus voceros en múltiples plataformas. Parte de mi interés en conceder esta entrevista consiste en potenciar la necesidad de crear una comisión multidisciplinar encargada de investigar seriamente estos hechos. Ese trabajo ya ha sido iniciado por Fiscalía Militar, órgano al que varios de nosotros hemos dado declaraciones que explicitan las violaciones e irregularidades cometidas en nuestro proceso de detención.

Aún nos encontramos a la espera de los resultados de esas investigaciones, así como de la notificación de cualquier medida que se haya tomado contra los responsables, y nos hallamos en total disposición para el esclarecimiento de esos eventos, como dictan las leyes y los órganos de justicia.

¿Existió otro tipo de irregularidades por parte de las fuerzas del orden que no hayas mencionado?

Quisiera resaltar el tema de la incomunicación, porque se ha dicho reiteradamente que las listas de desaparecidos no tienen ningún fundamento real. Sin embargo, en mi caso, mi familia y amigos no tuvieron conocimiento de mi paradero hasta después de cuatro días. Desde el momento de mi arresto en horas de la tarde del domingo 11 de julio de 2021, hasta la madrugada del jueves 15, nadie tenía conocimiento de mi ubicación, lo que demuestra que las autoridades pertinentes no informaron según dicta la ley.

Debido a esa situación, pasadas las 72 horas, como está establecido, mis familiares procedieron a la denuncia y circularon la noticia de mi desaparición en redes sociales, razones por las que mi nombre aparece en varias de las enunciadas listas. Como evidencia de mis palabras, poseo el acta de la denuncia realizada a las autoridades policiales.

Es importante reivindicar esos listados en tanto estrategias de búsqueda alternativa en diferentes grupos y plataformas digitales, asumidas por los familiares de los detenidos que no tenían conocimiento de sus seres queridos, así como de las condiciones físicas en que se encontraban. Por ello, es inaceptable que se les valore en calidad de instrumentos de manipulación contra el gobierno.

Esa falta de información hacia los familiares de los detenidos, demuestra los desacertados procedimientos llevados a cabo por las fuerzas del Ministerio del Interior, así como las flagrantes violaciones a los derechos constitucionales de las personas que se encontraban bajo arresto.

¿Cómo valoras, desde tu condición de activista afrodescendiente, la participación de la población negra en las protestas del 11-J?

Debo decir que llamó poderosamente mi atención el fuerte protagonismo de la población negra en las protestas del 11 de julio. Ello se podía notar en el gran número de afrodescendientes que tuvieron participación directa en esos eventos, sumado a su numerosa presencia en las celdas de Zanja y en el resto de los colectivos que integraban las galeras del Cotorro.

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Debo decir que llamó poderosamente mi atención el fuerte protagonismo de la población negra en las protestas del 11 de julio. (Foto: Jorge Luis Baños/IPS)

Pude presenciar también, durante el desarrollo de las protestas, la fuerte carga discriminatoria que los agentes y simpatizantes del gobierno utilizaban para repeler la acción de los manifestantes, al lanzar frases como: «ustedes los negros deben estar agradecidos de esta Revolución», «la Revolución hizo a los negros personas», entre otras expresiones que creía superadas.

Semejantes planteamientos reafirman la escasa cultura sobre la temática en el país, lo que demuestra, además, la naturalización de expresiones racistas en las esferas que componen los cuerpos de seguridad de la nación. De igual modo constaté, al interior del penal, que la mayor parte de los guardias de cargos inferiores eran negros, mientras los primeros oficiales resultaban ser blancos, superando en representación a sus similares de pigmentación oscura.

A mi salida noté, además, el gran número de lecturas racializadas que desde los medios oficiales se ha hecho sobre la participación de personas negras en la movilización. Ellas han sido tachadas de «marginales», «delincuentes», «criminales», entre otros calificativos que desconocen las causales históricas, económicas y sociales que motivan semejantes comportamientos.

Los estudios desarrollados por numerosos sociólogos, historiadores, antropólogos y especialistas en el asunto —cuyas publicaciones han sido engavetadas, desestimadas o silenciadas por las instancias educativas y gubernamentales durante años—, explican que tales comportamientos muestran que el racismo se encuentra enquistado en la sociedad y continúa evidenciando expresiones que reclaman de un abordaje integral e inclusivo entre todos los actores, con el fin de lograr su visibilidad y eliminación del tejido social cubano.

Por último, ¿qué valoración general tienes de los hechos del 11-J?

Insisto en que muchos jóvenes hemos tenido participación en los hechos del 11 de julio de diversa forma, y a todos nos ha tocado vivirlos de una manera singular. Esto demuestra una inconformidad creciente en distintos sectores de la sociedad, entre los que se encuentra una parte del estudiantado universitario que no se siente identificado con la retórica anquilosada y anacrónica del liderazgo estudiantil, atado en su capacidad de decisión a las políticas gubernamentales.

Nos sumamos así a los históricos reclamos invisibilizados de la sociedad civil cubana, que ha manifestado su inconformidad de forma iracunda, desordenada y desarticulada, y cuyas expresiones populares son resultado de una crisis económico-social profunda que no ha resuelto numerosos problemas estructurales de la sociedad, atravesada por un desgaste de sus formas democráticas, así como de la fosilización de las organizaciones políticas y de masas.

En este contexto, es justo mencionar que como catalizador de las protestas han servido las sanciones que los Estados Unidos ha impuesto contra Cuba, así como los efectos socio-económicos de la pandemia de Covid-19. Pero insisto en la urgente necesidad de un fortalecimiento de la participación ciudadana en las decisiones políticas, de una democratización de la sociedad, así como de la creación de nuevos espacios de diálogo entre las instituciones gubernamentales y los diversos sectores de la sociedad civil. Ello deberá incluir a los futuros profesionales del país que hoy cursan estudios universitarios y demuestran su inconformidad con el actual modelo de gobierno.


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